Estaba creciendo, aprendiendo a jugar, a ver como era su propio mundo junto a su madre. Aún no tenía un nombre fijo, era pulgoso, pequeñín, cosina guapa. De todo, como nos saliera en ese mismo momento. Pero el destino a veces no tiene la cara buena, y se fue. Se fue sin decir un adios, sin poderse despedir. Era pequeño y estaba en la casa de nuestros abuelos, pero pronto le cojimos mucho cariño, era muy mimoso. Siempre le llevaremos en nuestros corazones.
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