
" 28. 11. 2007. / Querido diario:
Aquí me encuentro sola en casa. Todos los días son iguales. Ya casi no conozco la cuidad, ya que cuando salgo sola es para hacer la compra en la calle de al lado. Pero bueno, ahora que estoy sola me siento más libre (dentro de casa, por supuesto) ya que por lo menos cuando veo la tele puedo poner el canal que a mi me guste y tirarme en el sofá a descansar un poco. Charlie está trabajando y más o menos ese es el motivo por el que no puedo salir, él es el que trae el dinero a casa y me cuida, y no es justo que yo lo pase bien con mis amigas mientras él se mata trabajando. Cuando él sale con sus amigos le hago compañía, sólo que no puedo separarme de él cuando quiero saludar a alguien conocido o me apetece hablar con los míos, él se pone celoso y no quiero que jamás se sienta mal por mi culpa. Siento que si no hago lo que me indica lo perderé para siempre. Sólo que echo de menos mis faldas, que están ahí arrinconadas en el armario, a mis amigas, tomar un café y cotillear sobre las novedades, ya que hace un montón de tiempo que no lo hago...más o menos desde que estoy con Charlie. ¿Y por qué no salgo un poco, antes de que llegue a casa? Sería buena idea. Llamo a mi amiga Sofy para tomar un café hasta las 7, tengo dos horas. Ya estoy preparada con mi falda favorita que hacía años que no la ponía (por suerte todavía entro en ella). Me dirijo hacia la puerta, pero en ese instante aparece Charlie por la puerta.
- ¿Se puede saber a dónde vas tan guapa?
- A ningún sitio, estaba probando a ver cómo me quedaba la falda después de tanto tiempo y prepararme un poco, hacía mucho tiempo que no me veía así.
En ese momento me dio una bofetada.
- No me mientas, sé que me estas mintiendo. ¿ A dónde coño vas? ¿ Acaso no te gusta tu casa? ¿ Prefieres vivir debajo de un puente?
- Me encanta mi casa, pero también tengo derecho a ver a mis amigas que las tengo abandonadas desde que estoy contigo. Tengo 23 años y contigo 3, y desde entonces no conozco nada nuevo, y lo poco que conozco lo estoy perdiendo por ti. ¿Qué es que tú tienes derecho a salir con tus amigos, emborracharte y llegar a las 6 de la madrugada, y yo no?"
Ahí fue cuando me cogió por la blusa y me empujó hacia la pared y me empezó a pegar cada vez con más intensidad. Me llevó hasta nuestra habitación, me tiró como un trapo viejo en la cama, se puso encima de mi y siguió pegándome hasta que mi nariz tuvo un extraño sonido y me empezó a doler un montón. Entonces paró y me dijo "creo que así ya sabes quien tiene los pantalones en esta casa, y no, no tienes derecho a salir si no es conmigo, ¿acaso ya no me quieres?, tú eres mía y de nadie más, y así será siempre." Se marchó dando un portazo y en mis ojos rompió una gran ola inundando toda mi cara.
Al día siguiente, tuve el valor de salir de casa e ir a denunciarle, no lo podía tolerar ni una vez más, llevaba dos años maltratándome física y psicológicamente, esto tenía que acabar. Y se acabó. Han pasado tres años y estoy con un chico estupendo, que, de momento y espero que para siempre, sí sabe tratarme como una mujer de verdad.